Por qué Francia discute sobre el trabajo y el “derecho a la pereza”. Jubilación a los 64 años.
El 7 de febrero, manifestantes salieron a la calle para protestar contra el plan del Presidente Emmanuel Macron que consiste en aumentar la edad mínima de jubilación de 62 a 64 años. “¡Macron, toma tu jubilación, no la nuestra!”, decía una pancarta en una reciente marcha de protesta. Aunque la participación no fue tan alta como en otras jornadas de huelgas, existe el respaldo de los sindicatos, de la mayoría de los partidos de la oposición, y una gran parte de los franceses también están en contra de la reforma de las pensiones.
Por su parte el gobierno afirma que la reforma es necesaria si se quiere equilibrar el régimen de pensiones y resalta que Francia mantiene generosas pensiones en un momento en que la gente vive una década más como el los 80. Sin embargo, hasta ahora, el Gobierno centrista de Macron no ha logrado convencer a los franceses de que retrasar la edad de jubilación sea una forma necesaria o justa de cubrir un déficit anual de pensiones que llegaría a los 14.000 millones de euros (15.000 millones de dólares) en 2030.
Los opositores acusan al Gobierno de desmantelar brutalmente los derechos de un Estado del bienestar moderno que tanto ha costado conseguir. Los críticos de la alianza de izquierdas de oposición, NUPES, afirman que sería más justo gravar la normativa a los ricos. Entre tanto los republicanos de centro-derecha, que anteriormente aumentaron la edad de jubilación de 60 a los 62 años actuales, ahora insisten en que la versión de Macron es injusta.
Salvar las canas es lo que el Gobierno quiere y controlar la proporción de trabajadores mayores en nómina y así disuadir a las empresas de despedir a los canosos, como suele suceder. Para los jóvenes, en cambio, está ampliando el número de puestos de aprendizaje, que en 2022 alcanzó los 980.000, el nivel más alto jamás registrado. De forma paralela, el Gobierno ha endurecido las normas sobre las prestaciones por desempleo que se aplican durante los periodos de crecimiento económico y escasez de mano de obra. En la actualidad, muchas empresas francesas afirman tener problemas para cubrir vacantes.
No a la pereza.
Sandrine Rousseau, líder de los Verdes de la coalición NUPES, defiende sin rodeos el “derecho a la pereza” y quiere instaurar una semana laboral de 32 horas. Los trabajadores franceses trabajan en más horas semanales (37 horas) que los alemanes (35 horas), y son casi tan productivos por hora trabajada. Incluso dentro de NUPES, algunos políticos, como Fabien Roussel, líder del Partido Comunista, resalta el valor del trabajo.
Gérald Darmanin, ministro del Interior de Macron, tacha a los NUPES de “gente a la que no le gusta trabajar” y que cree que puede vivir en una “sociedad sin esfuerzo”. Macron, está decidido a mantenerse firme. Si no encuentra los votos en el Parlamento, donde ya no tiene mayoría, la reforma podría aprobarse mediante una disposición constitucional especial, aunque aquello conllevaría al riesgo de provocar nuevas elecciones legislativas. En cualquier caso, Macron necesita convencer a los franceses de sus méritos, o podría tener éxitos en su afán, pero con un país completamente indiferente.
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